Este 27 de junio se cumplen 47 años del golpe cívico-militar de 1973. El terrorismo de Estado se instaló así definitivamente en el país durante 12 años
La historia de la lucha de los cañeros de Bella Unión es anterior a la fundación de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) en 1961. La explotación a la que siempre fueron sometidos los trabajadores de la caña de azúcar, que incluyó episodios de represión con la policía y el Ejército, derivó en la consolidación de una conciencia de reclamo por tierra para trabajar, así como el rechazo a las injusticias laborales y sociales, y el autoritarismo.
Después de años de lucha, el golpe de Estado de 1973 profundizó la persecución de militantes políticos y sociales provenientes de Bella Unión, con la terrible consecuencia del encarcelamiento, el secuestro, la tortura, la desaparición forzada y el asesinato político.
Como consecuencia de esa salvaje represión ocurrida entre 1968 y 1985 fueron asesinados Edelmar Ribeiro, Miguel Cuello, Iván Morales, Dante Porta y Saúl Facio. Además, todavía permanecen desaparecidos Atalivas Castillo, Eduardo Gallo, Marta Severo, Carlos Severo, Ary Severo y Félix Maidana.
El Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia de Bella Unión recuperó la memoria de esa lucha en el libro "Aportes a la construcción de la memoria colectiva", que recoge testimonios de familiares, amigos, compañeros de militancia de las víctimas del Terrorismo de Estado de la ciudad artiguense.
En este 47 aniversario del inicio de la dictadura cívico-militar
Sudestada publica un capítulo de esa publicación, que también incluye una lista completa de los uruguayos detenidos desaparecidos, así como una nómina de militares uruguayos implicados en la coordinación represiva regional conocida como "Plan Cóndor".
Testimonio de Matilde Severo Barretto
“Venimos de una familia cañera. Mis padres José María Severo (‘el Lira’) y Blanca Zulma Barretto (‘doña Chata’) tuvieron seis hijos: Ary, Marta, Matilde, Carlos, José y Valentina.
Ary (‘el Tatú’), Martita, Carlitos y yo, nacimos en la granja de Conti. José aprendió a caminar en la marcha cañera de 1968 y Valentina nació en esa marcha.
Por una crecida muy grande nos tuvieron que desalojar de la granja y nos llevaron a la ciudad de Bella Unión, donde se había formado el sindicato de UTAA –por lo que yo escuchaba–. Ahí conocí a Atalivas Castillo, hoy desaparecido todavía.
No recuerdo bien, era muy chica, pero nos trasladaron al Barrio Cururú, cerca del riacho, un afluente del Uruguay con un monte silvestre. A tres cuadras del nuevo sindicato, donde está la Policlínica Dr. Gotardo Bianchi, que tuve el honor de reinaugurar con Riverita Bianchi en abril de 1986.
El Tatú, desde muy chico, tendría 8 o 9 años, se puso a ayudar a mi padre en las zafras de caña y a nosotros nos cuidaba mamá, que era la cocinera del Sindicato y lavandera del barrio. A los 12 años se muda para el Sindicato y a los 13 daba charlas con los cañeros en la zona y departamentos vecinos. A los 15 sale requerido en el diario El país, siendo menor de edad. A los pocos días cae preso en Montevideo. Mi madre sale a buscarlo y no lo encuentra; estaba siendo torturado en Rivera. Lo trasladaron al Concejo del Niño y de ahí a Colonia Suárez. Estuvo tres años preso, salió y se fue a Buenos Aires.
Sigue su lucha por los derechos sindicales a pesar de la dictadura en Argentina. Cae detenido-desaparecido el 24 de abril de 1978 en su casa, en el Barrio Boulogne sur Mer, de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, junto a su compañera Beatriz Anglet De León. Todavía continúan desaparecidos. Varios testigos los han visto cruelmente torturados en los Pozos de Banfield y Quilmes.
Marta, a Martita le decíamos la reina. Siempre alegre, la risa de ella era contagiosa y conocida. Divertida, la elegían reina del barrio en el concurso que hacíamos los gurises, los Caldogroso, los Díaz, los Gómez, y algunos otros que no recuerdo. Fue a Buenos Aires con mi madre y al tiempo se casó con Jorge Martínez con quién tienen una hija, Verónica Martínez-Severo. El 20 de abril de 1978, en la calle Alcorta 1745, localidad de Claypole, Provincia de Buenos Aires, irrumpieron a las 2 de la madrugada hombres vestidos de civil y una mujer, buscando armas. Estuvieron 2 horas, los maniataron y los tiraron al piso, mientras revolvían toda la casa. Después se llevaron a Marta, Jorge, Carlitos (mi hermano), Rosa Álvarez (tía política de Jorge) y a la beba que tenía 45 días. Fue testigo la vecina, quién así lo declaró en la comisaría.
A los tres meses, mamá pudo recuperar a Verónica y liberaron a Rosa Álvarez, siendo la principal testigo en el libro Nunca más de Ernesto Sábato.
Carlitos, ‘Leco’ o ‘Nene’, así le decíamos, era fatal. Cuando no le gustaba algo se escondía en el monte y aparecía de noche. Lo metieron preso porque llevaba un “arma mortal” en el cuello, una gomera u honda. Martita lo tuvo que ir a sacar de la comisaria, sin el “arma mortal”. Y después se hizo dos más por las dudas. Tenía 16 años y todavía permanece desaparecido.
José Silvestre ‘Liqui’, murió a los 42 años de cirrosis, nunca pudo superar lo sucedido. A Valentina la adoptaron cuando tenía dos años. No la he vuelto a ver. Mi madre, falleció a los 86 años, siempre esperó a sus hijos…
Supuestamente fueron vistos en el tercer vuelo de la muerte. Todavía no tenemos testigos, [no sabemos] si los vieron en tierra, si en el vuelo.
Eran tan jóvenes y ya pensaban en la justicia social. Por eso los mataron.
Su lucha y juventud quedaron en cada militante por la libertad.
Estoy muy angustiada, pero orgullosa de que mis queridos hermanos han militado por justicia social y dejaron un legado para los jóvenes. ¡Se puede!”