Asociaciones reunidas fuera de la cumbre interpretan que el mensaje final del papa buscó justificar que el flagelo contra niños y niñas también ocurre fuera de la Iglesia
Pablo Monzalvo/ Especial para Sudestada / @pablomonzalvo
Con desilusión. Así aseguran haber recibido el mensaje del papa Francisco las víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra niños y niñas de todo el planeta en las últimas décadas.
Tras la inédita e histórica reunión de obispos que se prolongó desde el jueves hasta este domingo, había enorme expectativa sobre el anuncio de las conclusiones por parte del pontífice. Algunas personas reunidas en las afueras de la cumbre alentaban la idea de que el Vaticano anunciara la eliminación del secreto pontificio al respecto.
Pero nada de eso pasó. En realidad, según insisten las distintas asociaciones de víctimas, solo hubo más de lo mismo: tibias palabras, rimbombantes promesas de que se llevará a la justicia a los abusadores, y poca claridad en cuál será el plan de acción concreto.
El papa Francisco había prometido al inicio de su pontificado tolerancia cero con los abusadores. En la primera parte del discurso que ofreció este domingo tras la misa en el Salón Regio se explayó en cifras que muestran que el flagelo de los abusos contra menores ocurre también fuera del ámbito del catolicismo, algo que muchos entendieron casi como un intento por justificar o darle un marco de normalidad al asunto, causando indignación.
Habló de las estadísticas que señalan que la mayoría de los abusos se producen dentro del seno familiar (cometidos por padres, tíos, hermanos mayores) pero no ofreció datos oficiales del Vaticano porque rige aun el secreto que él mismo, como líder de la Iglesia Católica, se niega a eliminar.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, uno de los “ministerios” del Vaticano, tiene esa información guardada bajo siete llaves. Y una promesa de transparencia sin difundir esos datos
“no tiene realmente ningún sentido”, señalan los colectivos de las víctimas aun en shock por la falta de hechos concretos para frenar este drama.
La denuncia de uno de los hombres más cercanos al Papa Francisco causó indignación: en el último día de debates, el cardeal alemán –y jefe de la iglesia de su pais- Reinhard Marx, reveló que
“los archivos que podrían haber documentado acciones y nombres de los responsables fueron destruidos, y en otros casos jamás creados. En lugar de culpar a los abusadores, fueron las víctimas las controladas y se les impuso silencio, los procesos estipulados no fueron cumplidos a propósito”.
Si bien esto es algo que tanto víctimas como representantes de la justicia de los países donde se cometieron muchos de estos crímenes sexuales sospechaban, nunca habían tenido la certeza de que sistemáticamente se habia llevado un plan puertas adentro del Vaticano para cometer semejante atropello a la investigación.
Marx fue claro cuando dijo que
“hay evidencia clara de que los archivos fueron manipulados, o que no incluyeron toda la información que deberían”.
La culpa de los obispos
El ultimo día de trabajo en grupos fueron oídos los testimonies de tres mujeres que conmocionaron al pontífice y muchos de los presentes en la sala de audiencias.
También fue escuchada la periodista mexicana y decana vaticanista Valentina Alazraki, que advirtió a los prelados que si no quitan del medio a las “manzanas podridas” la prensa será la peor enemiga del Vaticano denunciando cada caso de abuso contra menores.
Una vez más quienes padecieron abusos señalan que lo más grave de todo es la cadena de encubrimiento por parte de obispos y superiores que frenan las investigaciones judiciales.
Entrevistado por
Sudestada, Juan Carlos Cruz, una víctima chilena de pedofilia que abrió con su testimonio la cumbre del Vaticano, defendió la postura de Francisco con respecto a un cambio real de la Iglesia en esta problemática, pero apuntó contra los obispos que mantienen una actitud hipócrita.
Cruz entiende que
“esto ya no da para más” y que la Iglesia
“está con tiempo prestado” para afrontar
“de verdad” el problema de los abusos sexuales.
A juzgar por lo oído este domingo en la cumbre, nada cambiará, al menos hasta que se anuncien –si algún día ocurre–, medidas concretas, tangibles y severas.