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21/08/2014

Con el mate pronto, Uruguay recibe a los refugiados sirios

Ya llegaron las primeras familias sirias para asentarse en Uruguay. En total serán 120 personas las que buscarán recomenzar su vida lejos de la guerra.
Lourdes Vitabar / Sudestada / @louvitabar

Una delegación de seis personas encabezada por el secretario de Derechos Humanos de la Presidencia Javier Miranda, y con representación de Cancillería, el Ministerio del Interior y la Comisión de Refugiados, y el actor Osvaldo Laport, embajador del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), visitó el Líbano. Allí se realizaron entrevistas con cerca de 30 familias que han expresado su interés en refugiarse en Uruguay ya fueron preseleccionadas por cumplir los requisitos establecidos por el gobierno uruguayo.



Las entrevistas con cada una de las 160 personas que componen estos grupos familiares se llevaron a cabo en la embajada uruguaya en Beirut, adonde llegaron con la ayuda de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Este proceso culminará con la selección de las cuatro familias que llegarán a Montevideo, así como con las restantes 16 que arribarán en febrero de 2015.

La logística del traslado desde Beirut de las 120 personas que en total serán reasentadas estará a cargo de la OIM pero el costo, unos 150.000 dólares correrá por cuenta del gobierno uruguayo. Debido a que se utilizarán vuelos comerciales, se estima que la ruta más conveniente para el viaje, por la frecuencia de vuelos y la cantidad de escalas, es la que proporciona Air France, partiendo desde la capital del Líbano con una escala en Paris previo al aterrizaje en Carrasco.

Su primer destino en Uruguay será el Hogar San José de los Hermanos Maristas, ubicado en el kilometro 16 de la ruta 8. Allí permanecerán dos meses mientras reciben asesoramiento acerca de las costumbres locales (desde hábitos de comportamiento hasta el uso del transporte público y la moneda) e inician el aprendizaje del idioma.



Quienes son


Las familias preseleccionadas cumplen los requisitos establecidos por el gobierno uruguayo en el plan de reasentamiento acordado con Acnur. Es decir, que fueran núcleos vulnerables, que el 60% fueran menores de 18 años de edad, que al menos uno de sus integrantes esté en condiciones de trabajar, que preferentemente procedieran del medio rural y que alguno de sus miembros sea víctima o testigo de torturas. Desde comienzos de agosto el gobierno ha analizado fichas con las características de las personas preseleccionadas por Acnur.

Según pudo saber Sudestada, en la mayoría de los casos se trata de familias con entre cuatro y nueve menores a cargo y en las que los adultos entran en la franja de mediana edad. Casi todos son musulmanes y un gran porcentaje es analfabeto. Además se han encontrado fechas de nacimiento curiosamente coincidentes entre los niños procedentes de determinada zona. Se presume que debido a que muchos nacieron ya estando sus padres en calidad de refugiados se les asignó un día de nacimiento al azar para expedir la documentación correspondiente y sin la cual no serían aceptados en el plan de reasentamiento.

También son numerosas las situaciones de menores apátridas, es decir que nacieron en el país de refugio pero este no les reconoce la nacionalidad por hacerlo en un campo de refugiados y tampoco están en condiciones de reclamar tal reconocimiento a Siria. Las familias no están solo compuestas por uno de los progenitores y sus hijos – que en todos estos casos son entre cuatro como mínimo – sino que también abarcan a nietos o sobrinos que quedaron huérfanos por efecto de la guerra.

La mayor parte de los postulantes reside actualmente en el valle del Bekaa, una de las zonas de Líbano que recibió más refugiados procedentes del área rural de Damasco, donde previo a la guerra se dedicaban al cultivo de cereales, hortalizas, frutas y olivos, así como a la cría de ganado ovino.

Planes de ayuda

Es la primera vez que el Estado uruguayo, pese a llevar más de 20 años recibiendo refugiados, se embarca en un plan de reasentamiento masivo. Los planes de reasentamiento anteriores (56 en total) estuvieron focalizados en mujeres con niños a cargo pero en cada ocasión se trató de una familia a la vez.

Por esto en un principio se pensó en solicitar un predio al Instituto de Colonización donde las familias sirias pudieran establecerse en comunidad, lo que es una costumbre del mundo árabe. Sin embargo esa opción ha ido perdiendo terreno y aunque continúa firme la idea de que la mayoría se instale en el área rural y pueda dedicarse a la agricultura familiar la intención es que no lo hagan todas juntas para que no se dé lugar a la formación de un gueto.

La apuesta es a fomentar la multiculturalidad de la sociedad uruguaya evitando la fragmentación del tejido social, por lo que se buscará que estén próximas unas de otras y en contacto con la comunidad árabe ya establecida en el país pero también con el resto de los uruguayos. Más allá de los planes de enseñanza de idioma español creados específicamente para esta ocasión las familias sirias no recibirán ningún tipo de asistencia adicional a la que se brinda a los refugiados ya residentes en el país.

Uruguay es de los pocos estados en el mundo que brinda una real red de protección social a las personas que son amparadas por el estatuto de refugio. Esto es, una vez en el territorio nacional, al igual que cualquier inmigrante, reciben la cédula de identidad que les permite acceder a los servicios de salud, educación y prestaciones sociales que el país garantiza a sus habitantes más vulnerables. Por esto se les posibilita participar de los programas sociolaborales del Ministerio de Desarrollo Social (por ejemplo el Programa de Primera Experiencia Laboral), y se les puede asignar una tarjeta Uruguay Social y asignaciones familiares. Los refugiados en general también tienen derecho a recibir un subsidio de alquiler por dos años, al igual que los uruguayos retornados al país.

El mate como punto de contacto

Aunque parezcan diametralmente opuestas, la cultura siria y la uruguaya tienen puntos de contacto. Así como en Uruguay existen árabes musulmanes, los sirios que profesan el Islam también han convivido con cristianos, principalmente ortodoxos, y practicantes de otras fes minoritarias en su país. Por esto no está previsto que en el Hogar San José se oculten símbolos religiosos cristianos mientras las familias sirias permanezcan allí.

Si bien la religión es parte fundamental de la vida del musulmán, expertos en la materia que asesoran al gobierno explicaron a Sudestada que para la oración solo se requiere de una habitación vacía donde colocar las alfombras que permitan inclinarse en dirección a La Meca durante el rezo y la lectura del Corán. “Ellos llegarán sabiendo a dónde vienen y salen de un lugar que es casi el infierno. No necesitan nada más que un sitio en paz donde recomenzar y agradecen la oportunidad que se les brinda aquí”, puntualizaron los expertos consultados.

Lo que sí resultará una sorpresa para la mayoría de los uruguayos es la compartida afición al mate que tienen con los sirios. Lo beben unos y otros a cualquier hora del día y para ambos es un evento social importante ya que es el centro en torno al cual se producen largas conversaciones. Pero el mate sirio tiene algunas diferencias, si bien se toma en rueda cada integrante de la misma tiene su propio recipiente y bombilla solo compartiendo el agua caliente de una caldera común. Y se admite cualquier material para el recipiente, desde una elaborada vasija de metal o porcelana hasta el más sencillo vaso de vidrio.

Además el mate sirio, que se ofrece como gesto de amistad a quien es bien recibido en el hogar, suele ser dulce y con yerba argentina. Antes de la guerra, Siria fue el principal importador de yerba del vecino país adquiriendo en 2009 el 67% de la producción. Aunque la mayoría de los sirios cree que el mate es una tradición de Medio Oriente originada en Irán, la costumbre de beber esta infusión fue introducida a mediados del siglo XIX por los sirios que emigraron a Argentina y luego retornaron a su patria.

La infancia perdida

Los niños sirios que llegarán a Uruguay, como la mayoría de los menores que habitan los campos de refugiados en Líbano, Turquía o Jordania, ha sobrevivido a situaciones que los ha alejado de una niñez normal. Por ejemplo, los más grandes han sido en muchos casos víctimas o testigos de torturas. Un informe presentado a principios de este año por el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, acerca de prácticas a las que han sido sometidos los menores interrogados por todos los bandos en pugna que van desde palizas con cables de metal, aplicación de descargas eléctricas, remoción de uñas con tenazas, golpes de martillo en la espalda, colgamientos por las muñecas o tobillos desde techos, mutilaciones, y varias atrocidades más.



A esto debe sumarse que para ayudar al sustento familiar la mayoría comienza a trabajar a muy corta edad, cuando puede cargar agua, bajar fruta de un árbol o clasificar basura. O sea, niños de seis o siete años que realizan jornadas laborales de diez horas o más para llevar entre cinco y diez dólares diarios al hogar. Este dinero es indispensable para abonar alquileres y gastos que llegan hasta los mil dólares mensuales por habitaciones en estado ruinoso donde viven hasta 20 personas.

Esta situación de trabajo infantil, que en la mayoría de las ocasiones deriva en explotación, hace que la mayor parte de los menores de un grupo familiar no asista a la escuela, aún cuando cuenten con una como sucede en algunos campamentos de refugiados como Za'atari en Jordania. Esto se debe a que los refugiados en Líbano no tienen permitido trabajar, por lo que los hombres adultos suelen acceder a trabajos temporales de uno o dos días muy mal pagos, mientras que las mujeres ya han vendido las joyas que hayan podido transportar con ellas en el exilio y algunas terminan cediendo a matrimonios forzados o prostitución en casos extremos, según datos de distintas oficinas de ONU.

Líbano desbordado

El Líbano es un país con una superficie similar al departamento de Flores y con una cantidad de población semejante a la de Uruguay. Los principales asentamientos de refugiados sirios en territorio libanés están en el valle del Bekaa, en los alrededores de Beirut en la zona conocida como Monte del Líbano, al norte cerca de Trípoli y al sur en las proximidades de Tyro.

Tres años después del inicio del conflicto de Siria, el Líbano se había convertido en el país con la mayor concentración de refugiados per cápita en todo el mundo con más de 220 refugiados sirios por cada mil ciudadanos libaneses. De acuerdo a datos de Acnur, los refugiados sirios registrados por este organismo al 1 de agosto pasado llegaban a 1.138.874 personas. Pero al momento en que usted lea esta nota esa cifra ya habrá cambiado, ya que desde abril se anotan 2.500 nuevos refugiados por día.

Como consecuencia de esta llegada masiva el Líbano experimenta dificultades económicas que van desde la caída del comercio, el turismo y la inversión, así como el aumento del gasto público. Además los servicios públicos no pueden atender la alta demanda que tienen de educación, salud, electricidad, agua potable y saneamiento. Es por esto que el año pasado el gobierno libanés y Acnur lanzaron el llamado a la comunidad internacional para que ayude a relocalizar a 30 mil personas. A este llamado respondió Uruguay y también Alemania que desarrolló un programa que ya ha permitido realojar a más de cinco mil personas.

Vivir en un campo de refugiados



En el Líbano el 70% de los refugiados alquila habitaciones o pisos, pero la vivienda escasea. Tanto que el 30% vive en tiendas de campaña o albergues provisionales, fábricas abandonadas, edificios medio derruidos, garajes o con otras familias libanesas. Los campamentos de refugiados no fueron creados oficialmente por Acnur ni por el gobierno libanes, sino que se han ido formando por inercia a medida que llegaban familias que instalaban sus carpas cerca de donde ya había otras en un intento por sentirse más seguras.

Los asentamientos son absolutamente precarios: se construyen con nylon, madera y cartón que es proporcionado por Acnur y sus dimensiones suelen ser de tres metros por tres. En esa superficie cubierta, provista en el mejor de los casos con algunas colchonetas conviven generalmente más de diez personas; en verano con más de 30 grados y en invierno con temperaturas bajo cero.

El agua potable escasea y Acnur solo puede proveer siete litros por persona por día a través de bidones de 20 litros que son cargados en alguna canilla cercana al campamento o mediante camiones cisterna que pasan periódicamente. Para cubrir las necesidades familiares no es extraño que el agua usada, por ejemplo, para lavar las verduras sea reutilizada más tarde para lavar la ropa.

También el alimento es poco. La organización de Naciones Unidas garantiza unas dos mil calorías por día por persona; a eso se suma en algunas zonas la ayuda de otras ONG como Oxfam. Los que han logrado tener algún trabajo temporal y mal pago, tienen alguna fruta, verdura o pieza de pan más después de pagar cifras exorbitantes en los comercios del área.

A esto se suma que en el entorno de los campamentos es habitual que hombres locales acosen a las mujeres refugiadas e incluso ofrezcan un techo “más digno” para la familia a cambio de un matrimonio de dudosa veracidad y que darán por terminado cuando a ellos les plazca, dando lugar luego a que estas sean rechazadas por sus familias e incluso a crímenes de honor. Estos son hechos derivados de la guerra ya que antes del conflicto raramente ocurrían en la sociedad siria.

Conflicto sirio y Estado Islámico

El conflicto en Siria comenzó a principios de 2011, poco después de lo que se dio en llamar “la Primavera Árabe” que se originó en Túnez, Libia y Egipto. Los manifestantes sirios reclamaban más libertades, democracia plena sacando del poder a Bashar Al Asad, quien ejerce la presidencia desde el año 2000 cuando asumió el cargo para suceder a su padre Hafez Al Asad, que había gobernado desde 1970. Si bien Siria es una república, el máximo cargo de gobierno es hereditario.

Con el paso de los días el uso de armas de fuego en las marchas provocó enfrentamientos entre los manifestantes y el ejército. Al cabo de pocos meses algunos soldados desertaron y junto a rebeldes civiles crearon el Ejército Libre de Siria, el mayor de los grupos rebeldes que actúa en la zona. Un año después del inicio de las manifestaciones los rebeldes controlaban buena parte del territorio norte del país, en las proximidades de la frontera con Turquía. A mediados de 2012 se produjeron los ataques a las dos ciudades sirias más importantes: Damasco y Alepo e inmediatamente surgieron otros grupos armados vinculados a radicales islamistas. En 2013 también comenzaron a formar parte del conflicto Hizbulá y grupos kurdos.

Actualmente más de 150 grupos rebeldes se enfrentan con el ejército y entre sí en combates que han destruido gran parte de la infraestructura urbana del país, monumentos considerados patrimonios de la humanidad por Unesco, además de dejar incontables víctimas civiles.

A esta situación debe agregarse la aparición en escena del Estado Islámico, grupo yihadista suní creado en 2013 a partir de una sección escindida de Al Qaeda que se fusionó con los rebeldes sirios del Frente Al Nusra. Se estima que cuenta con diez mil integrantes provenientes no solo de Irak y Siria sino también de Europa y Estados Unidos.

Desde fines de julio el Estado Islámico controla gran parte del territorio sirio desde Alepo hasta Diyala en Irak, incluyendo ciudades importantes como Raqqa y Mosul. Su líder, Abu Bakr Bagdadi, se autoproclamó “califa” y anunció un gobierno del terror, lo que ha venido quedando comprobado en las últimas semanas con las masacres contra cristianos, yazidies y otras minorías religiosas del área.

El episodio más notorio ocurrió en las últimas horas con la decapitación del periodista estadounidense James Foley, quien permanecía secuestrado en Siria desde 2012 y cuya muerte se explicó como represalia por los bombardeos norteamericanos de los últimos días en el norte de Irak.

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