Más de 60 científicos llaman a detener el desarrollo de tecnologías para reducir radiación solar con el fin de aminorar el cambio climático por sus posibles efectos devastadores
Víctor L. Bacchetta
Por lo menos desde 1965, cuando los asesores científicos se lo recomendaron al ex presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, se viene planteando la necesidad de realizar investigaciones sobre la reflexión de la luz solar para bajar la temperatura de la Tierra frente a las proyecciones de un aumento alarmante del calentamiento de la atmósfera como consecuencia de la quema de combustibles fósiles.
La idea ha dado lugar a una disciplina denominada geoingeniería climática o solar que preocupa a muchos por la falta de transparencia para saber qué se hace y dónde se elaboran esos proyectos. Al mismo tiempo, a medida que crecen las evidencias del cambio climático, esta idea ha comenzado a ganar adeptos, sobre todo en los países menos comprometidos con rebajar sus emisiones de dióxido de carbono.
Las medidas y los acuerdos para frenar el cambio climático no faltan. Es sabido que debe eliminarse el consumo de combustibles fósiles tan pronto como sea posible. Hay muchas maneras de reducir las emisiones de la electricidad, la agricultura, la industria, los alimentos, el transporte, etc. Pero la falta de voluntad política para aplicarlas se sustituye con fantasías extraordinarias recubiertas de lenguaje científico.
Como no podía ser de otra manera, el supermillonario "filántropo" Bill Gates ya dio a conocer que está financiando un proyecto para frenar el calentamiento global. Serían 10 mil aviones que arrojarían millones de partículas de sulfato sobre la estratósfera con el fin de "tapar" en parte la radiación solar que llega al planeta, emulando las nubes de cenizas que se producen en las grandes erupciones volcánicas.
Con el mismo enfoque, en 2020 se propusieron probar SCoPEx (Experimento de Perturbación Estratosférica Controlada), diseñado por la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard, en el cielo de Suecia. El proyecto consistía en llevar un globo a 20 kilómetros de altura para dispersar aerosoles de carbonato cálcico en un área de 1.000 metros de largo por 100 metros de diámetro durante 24 horas.
SCoPEx no se llevó a cabo por la oposición liderada por el Consejo Saami de pastores de renos, que consideró que el proyecto viola los principios de los pueblos nativos de vivir en armonía con la Naturaleza. Ante el fracaso, los impulsores de la investigación en geoingeniería solar están procurando apoyos políticos y diplomáticos con el fin de que el tema sea considerado en la Asamblea General de la ONU en 2023.
En este contexto, científicos y académicos de todo el mundo lanzaron, el pasado 17 de enero, una iniciativa por un Acuerdo internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar pues la consideran una tecnología que plantea riesgos inaceptables.
El grupo llama a académicos, entidades de la sociedad civil y personas interesadas a firmar una carta dirigida a los gobiernos, las Naciones Unidas y otros actores con ese fin.
Riesgos de la geoingeniería solar
Los firmantes de la carta advierten que admitir la posibilidad de aplicar la geoingeniería podría generar esperanzas de una solución rápida al problema climático sin abordar la causa central: la insostenibilidad de la economía. Esto podría impedir que los gobiernos, las empresas y la sociedad
“hagan todo lo posible para lograr la descarbonización o la neutralidad de carbono lo más rápido posible”, agregan.
Hoy en día, no existe un sistema capaz de controlar los programas de geoingeniería. Por lo tanto, es posible que un país o incluso un solo multimillonario con tecnología de cohetes lance un proyecto de este tipo sin ayuda de nadie. Por eso, los científicos piden un acuerdo internacional sobre la renuncia a tales proyectos, prohibiendo también la financiación y el otorgamiento de patentes para tales fines.
Tres preocupaciones fundamentales señalan los autores de la iniciativa:
- Primero, se desconocen los riesgos de la geoingeniería solar y no podrán ser conocidos por completo. Sus impactos varían para diferentes regiones, existiendo incertidumbre sobre sus efectos en los patrones climáticos, la agricultura y la provisión de recursos para atender necesidades básicas a nivel hídrico y alimentos.
- Segundo, no existe certeza sobre la disponibilidad futura de este tipo de tecnologías y en avanzar en los procesos de descarbonización lo antes posible. Existe la posibilidad de que la geoingeniería solar se convierta en un argumento poderoso para que grupos de presión de la industria, negacionistas climáticos y algunos gobiernos retrasen sus políticas en descarbonización.
- Tercero, el sistema actual de gobernanza global no es apto para desarrollar e implementar acuerdos de largo alcance necesarios para mantener un control político justo, inclusivo y eficaz sobre la geoingeniería solar.
La Carta Abierta hace un llamado a los gobiernos para que apoyen cinco prohibiciones y medidas fundamentales:
- Prohibir que sus agencias nacionales de financiamiento apoyen el desarrollo de tecnologías para la geoingeniería solar, a nivel nacional y a través de instituciones internacionales.
- Prohibir los experimentos al aire libre de tecnologías de geoingeniería solar en áreas bajo su jurisdicción.
- Rechazar los derechos de patente para tecnologías de geoingeniería solar, incluido el apoyo a tecnologías como la modernización de aviones para realizar inyecciones de aerosol.
- No desplegar tecnologías de geoingeniería solar si son desarrolladas por terceros.
- Objetar la institucionalización futura de la geoingeniería solar planetaria como una opción política en instituciones internacionales relevantes, incluso en las evaluaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
La iniciativa es encabezada por Frank Biermann, del Instituto Copernicus de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos, y es acompañada por decenas de investigadores y académicos de Estados Unidos, Reino Unidos, Canadá, Sudáfrica, Nigeria, Alemania, Francia, Suecia, Eslovaquia, Eslovenia, Australia, India, Japón, Colombia, Chile Ecuador, México y Uruguay, entre otros.