"En el centro del debate tenemos que poner la disputa del poder, y eso significa asumir todas las consecuencias que tiene decir que nosotras queremos estar al frente de las transformaciones".
(@IreneMontero en el Encuentro Iberoamericano de Mujeres Progresistas)
Esta pregunta me persigue hace mucho tiempo: ¿Qué ha pasado con las mujeres políticas que defendieron durante años la agenda de género, que pelearon por espacios, cuotas, leyes contra la violencia y el aborto?
Hay varias explicaciones posibles: algunas se jubilaron, otras han perdido protagonismo dentro de sus partidos (tan es así, que no ocupan ningún cargo parlamentario), otras han sido expulsadas por la intensidad de la violencia activa y/o pasiva de género que existe en la política partidaria, y terminaron alejándose para no soportar el maltrato y el desgaste al que son expuestas.
Por otra parte, hay una segunda línea, conformada por mujeres jóvenes en partidos y sectores que pelean los espacios, pero no dejan de ser suplentes.
Pero también hay que recordar algunos hitos para domesticar a las rebeldes, como lo fue el castigo ejemplarizante que el ex presidente Tabaré Vázquez aplicó a la entonces senadora Constanza Moreira por haberlo desafiado y haberle dicho “viejo” a un hombre de 75 años.
Esa competencia en las internas partidarias era una competencia perdida, el ex presidente y líder absoluto del Frente Amplio tenía el apoyo -prácticamente- de todos los sectores que integraban el FA y Constanza Moreira apenas un puñado de militantes con ganas de renovación y partidos pequeños. El resultado no fue nada malo para la desafiante: en esas condiciones de desigualdad, obtuvo casi un 18% de los votos.
Al día siguiente del resultado había que elegir al vicepresidente, y recuerdo claramente que quien luego fuera vicepresidente hizo una conferencia de prensa autoproclamándose (con el evidente aval del presidenciable y el presidente de ese momento, es decir, Tabaré Vázquez y José Mujica).
Había que evitar de todas formas que la vicepresidenta fuera Constanza. Si se la hubiera elegido, el FA hubiera tenido a la primera vicepresidenta del Uruguay, pero ese lugar lo terminó ocupando cinco años después, Beatriz Argimón (y estoy omitiendo todo lo que ocurrió con “el elegido”).
Sin embargo, el escarmiento a la irreverencia de una mujer sin estructura -declarada feminista- que desafió al gran líder, no terminó ahí. Luego de las elecciones nacionales -cuando Tabaré Vázquez fue electo presidente- a la hora de formar sus equipos de gobierno, decidió dejar afuera de todos los cargos ejecutivos a Constanza Moreira y a todos/as aquellos/as que la impulsaron a asumir el desafío de precandidata.
Hoy la izquierda tiene una ausencia enorme de mujeres feministas en primera línea, que peleen por espacios para mujeres, leyes contra la desigualdad, esto como consecuencia de lo que los líderes y altos cargos han hecho para quitar del medio a toda mujer que desafíe su poder.
Por supuesto que algunas -a pesar de lo expresado- se cuelan, resisten y siguen peleando por igualdad, pero debieran ser muchísimas más.
No seamos ingenuas: los compañeros, por más declaraciones bonitas que hagan y fotos en actividades “de género” que publiquen, no están dispuestos a ceder espacio y pelean con todas las herramientas a su favor para conservar el poder.
Las mujeres de izquierda debemos analizar con crudeza la situación en la que se encuentra la principal fuerza política del país, en términos de participación política de las mujeres y el bloqueo permanente al ascenso de feministas. Esto incluye analizar como actuamos, revisarnos, rever nuestros acuerdos, estrategias, objetivos y nuestras formas de relacionarnos.
Hay una cantidad enorme de feministas militando en el movimiento social a las que no se les ocurre pasar a la política partidaria. Esto nos debería llamar la atención, porque no sucede así con los hombres que militan en los movimientos sociales.
En dos años habrá elecciones nacionales. Es necesario que se llegue a la contienda con compromisos asumidos: establecer un Ministerio de Igualdad que tenga un enfoque interseccional y acorte todas las brechas de desigualdad. También contar con un presupuesto acorde a las necesidades contra la violencia de género, autonomía económica, escuelas de tiempo completo donde los niños/as se eduquen y desarrollen mientras sus madres trabajan. El "etcétera" es largo y requiere de toda nuestra atención hasta que ese firme compromiso se convierta en realidad.
* Politóloga, feminista.